La noche llego y Samantha entre lágrimas arregla las maletas de su hijo. Fabián, que permanecía apoyado en el marco de la puerta, contemplaba a la rubia que dejaba besos en cada prenda de su pequeño. —Sam, no debes de estar así, Izan se sentirá mal— le pide y ella limpia sus lágrimas que no se detienen—, estará bien conmigo, podrán saber de él, cada día. ¡No soy un mal hombre! — se queja y llaga a su lado, Samantha apoya su rostro en su hombro. —Es que, no pensé que me volvería alejar de mi hijo, aquella vez fue por mi salud mental, y ahora es él, quien se aleja de su madre. —Lo convenceré de volver, mientras, ustedes críen a Maia y yo criare a mi sobrino. —No confió en ti… Felipe está fuera de la habitación escuchando todo. —En mí, ¿pero por qué? —Eres igual que tu hermano y siento que volverán mi bebe un orangután más. —Ya lo es, es mi hijo. Es un Ribeiro y no habrá mujer que se le resista— la molesta Felipe al entrar con su pequeña en brazos. —Felipe, no me digas eso. Es mi
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