Por supuesto, la seducción es más fácil de decir que de hacer. Especialmente cuando el seducido en cuestión vuelve a evitarme como a la peste.Aun así, estoy decidido a que esto suceda. Como dice Roxy, no se puede negar a la gran Piper Tylerford. Entonces, a la mañana siguiente, me seco el cabello, me maquillo y llego a la tienda con mi falda de la suerte: es corta, a cuadros y tiene un historial de cerrar el trato. Lo combino con un suéter color crema y mis botas de cuero negras hasta la rodilla. Puta de muy buen gusto, como me gusta pensar en ello.Con un poco de suerte, la falda de la suerte no fallará y Flynn será mío al final del día.O incluso a la hora de comer, si nos apetece un poco de acción por la tarde…Cuando entro por la puerta, Quinn me mira y sonríe: —Bueno, si no es la vieja falda de la suerte. Hace tiempo que no la veo.—He estado tratando de coquetear con Flynn durante días, y nada—, exclamo, frustrado, en todos los sentidos posibles. —Es hora de sacar los peces gor
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