Me sujeto el costado, el impacto de Raphael me lanza sobre sus hombros. Mi herida aún no se ha curado del todo.—Lo siento—, dice mientras me mira por el retrovisor.—Raphael—, le digo. —En serio, déjame ir.—¿Y adónde piensas ir si lo hago? —, dice como si intentara señalar que no tengo adónde ir. Odio su tono de voz.Golpeo la ventana con las manos esperando que alguien me oiga. —¡Socorro!—No funcionará—, dice Raphael.—Déjame ir—, grito.—No puedo—, dice. —Te necesito, y estoy bastante seguro de que tú me necesitas.—No te necesito. Ni ahora, ni nunca—. Grito de nuevo.Al darme cuenta de que no surte efecto, decido tomar otro camino.—Por favor—, le digo. —Para el coche, me duele.Raphael vuelve a mirar por el retrovisor. Durante un breve segundo mantenemos el contacto visual, pero lo interrumpo.Me agarro el costado, el dolor me recorre el cuerpo y me agarro al asiento de Raphael para estabilizarme. —Por favor.Es como si sufriera un latigazo cervical porque la velocidad a la que
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