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¿Quién es más hipócrita?
Judith llegó a la constructora Anderson, con una mezcla de nerviosismo y determinación, y tomó una bocanada de aire antes de entrar por las grandes puertas de cristal. Una vez dentro, se dirigió hacia el ascensor y presionó el botón para dirigirse a su oficina en el piso ejecutivo.Al llegar a su destino, las puertas se abrieron y ella salió del ascensor con paso firme. Caminó por el elegante pasillo, observando los rostros desconocidos, finalmente, llegó a su propia oficina y abrió la puerta.Sin embargo, para su sorpresa, encontró a Carl acostado en un sofá, aparentemente adormilado. Frunció el ceño y tosió ligeramente.— Disculpe señor Anderson.Un ronquido recibió como respuesta.Judith se acercó a él con paso decidido y una mirada de desaprobación en su rostro. — Señor Anderson, por favor abandone mi oficina—, le solicitó con voz firme.Carl al escucharla se incorporó rápidamente, frotándose los ojos con el dorso de sus manos visiblemente sorprendido.— Oh, Judith. Estaba tan a
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Los deseos están cambiando.
Judith se quedó con la mirada fija en la mano de Dylan y después de verla en silencio por un largo tiempo, subió la mirada a sus ojos.—Lo siento, pero el hecho de que yo esté aquí no significa que algo ha cambiado entre nosotros, quiero que llevemos la fiesta en paz, para que terminemos amigablemente como una vez te lo pedí—, le solicitó con determinación.En respuesta Dylan le rodeó la cintura y tiró de ella sin tacto, cosa que la hizo abrir la boca como pez fuera del agua, puesto que le aterró la idea de caer. Dylan la apretó tanto que pudo sentir que había algo distinto en ella, pero que no lograba identificar, solo percibía con su tacto como sus pechos estaban más crecidos, sus caderas más anchas y su vientre un poco abultado.«Está gordita», esto surcó por su mente y le causó cierto morbo; ya no ansiaba el espécimen que hace tiempo quería, de tener una mujer llena de curvas con pechos tipo globos a punto de estallar que se exhibiera mostrando más de lo necesario.—No estoy dispu
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Un pasado difícil de olvidar.
—Maya, ¿qué me ocultas?— había preguntado Judith y Maya agitó las manos en un gesto de negación. —¡Yo no tengo que ocultar nada! Soy como un libro abierto, y como el agua cristalina de un manantial puro.La respuesta de Maya solo provocó que Judith se echara a reír con carcajadas sonoras que inundaron el espacio.—Sí, claro. Veo que el 'libro abierto' claramente tiene algo escrito. ¿Acaso esto de aquí dice Alexis?—. Tras finalizar puso el dedo índice bajo su nariz y luego acercó su mano a la mejilla sonrojada de Maya, quien negó con movimientos agitados de cabeza. —¿Ese tío pesado?, ¡por Dios, Jud!, te he dicho que no me gusta.Judith iba a responder con otra broma, pero Maya la interrumpió. —En realidad, estoy aquí porque me preocupé por ti.Maya se dirigió al escritorio, desempacó los aperitivos que había traído y le hizo una señal a Judith. —Son tus favoritos, ven a comer, señora CEO.Judith miró los aperitivos y sonrió, pero momentáneamente su semblante cambió. —Amiga, no d
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Chantaje emocional.
En la quietud de la noche, los sentidos de Dylan se agudizaron, y pudo deducir que el sonido parecía haber venido de la parte trasera de la casa, cerca de la sala de estar. Voló escaleras abajo y al llegar a la sala, vio que una de las puertas dobles de cristal que daban al jardín estaba rota. Fragmentos de vidrio estaban esparcidos por el suelo, brillando con un reflejo plateado bajo la luz que se colaba desde el jardín. Cerca de la puerta, vio un sobre, pero antes de que pudiera inspeccionar, un movimiento en el jardín atrajo su atención. Corrió hacia las puertas rotas, descalzo, y sin importarle los fragmentos de vidrio que se clavaban en sus pies. —¡Eh, detente ahí! — voceó cuando en la distancia vio una figura vestida de azul oscuro, de la persona que estaba corriendo, pero Dylan fue más rápido y la alcanzó; la agarró por el hombro, obligándola a darse la vuelta. —¡Cintia! — exclamó, asombrado.La mujer asintió con la cabeza en respuesta. Dylan, aún asombrado, la sujetó del a
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Derrotada una vez más.
—Me mentiste, ¿verdad? —. Había preguntado Bryan, y en respuesta Darían asintió emocionada, mostrando una sonrisa de oreja a oreja. La noticia de que será tía la tenía a punto de dar saltitos de alegría, y se estaba conteniendo para no hacer el ridículo delante de él.—Niña de los…—bramó bien enfadado, pero no completó sus palabras para no decir la palabra chocolate, ya que antes lo decía porque estaba muy inocente de lo sucedido. Y ahora sentía que mencionar esa palabra a Darían le parecería una burla. A pesar de estar enojado con ella Bryan está cuidando de sus sentimientos.—¡¿Cómo me dejé engañar por esta chiquilla?!, ¡¿acaso soy tan estúpido?!—, se reprendió a sí mismo mediante balbuceos y Darían sonrió al verlo refunfuñando.—¿Entonces qué harás?, ¿le dirás a tu hermano ahora que lo sabes? —, inquirió Bryan preocupado por haber expuesto lo que le juró a Judith que callaría.Darían hizo un puchero y sin importarle la preocupación de Bryan, dijo juguetona:—Adivina.—¿Acaso eres
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Caricias de despedida.
Después de un largo día de trabajo, Maya llegó a casa y vio a Samy sentado en la sala de estar junto a su amiga. Ella no pudo contener la emoción de verlo después de tanto tiempo y corrió hacia él, lanzándose a sus brazos y gritando con euforia: —¡Hermano, al fin regresaste!Samy, sorprendido, dejó escapar un pequeño quejido cuando Maya lo abrazó por el cuello. Ella se detuvo y lo miró a la cara, notando su ojo morado y su cuello enrojecido.—¿Tuviste una pelea intensa? — preguntó Maya, con un tono de incertidumbre y una pizca de burla en su voz.—Ese Dylan es un salvaje, — se quejó Samy. —Ese maniático ni siquiera preguntó, solo empezó a golpearme.Maya miró a Judith antes de soltar unas carcajadas. —¡Oye, no te burles! — exclamó Samy, y Maya, todavía riendo, juntó sus manos en señal de disculpa.—No me estoy riendo de ti, sino de ella y su 'salvaje'—, dijo Maya, señalando a Judith con una sonrisa burlona. Judith se ruborizó y protestó: —Maya, no te pases de chistosa.En medio de
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Un simple ejercicio.
Ansioso, Dylan no perdió tiempo, tomó a Judith de las caderas y con sutileza la acomodó en el borde de la cama.Entre besos y caricias, la penetró de una sola embestida. Las arremetidas inmediatamente empezaron a ser profundas, y Judith perdida en el placer de sentirlo tan dentro impulsaba sus caderas al encuentro de sus sexos.Sus bocas parecían una sola devorando sus alientos calientes, y Dylan hundía su mano en la intimidad de su amada frotando con toda delicadeza el sensible capullo, mientras que ella se retorcía ante la inclemente caricia que él aplicaba con verdadera maestría. Judith aturdida apretó con fuerza las sábanas al sentirse saturada cuando él empujó su miembro viril con toda su fuerza, instalándose en lo más profundo de sus entrañas.Esa cama que no es suya era testigo de la pasión y Judith estaba tan sumergida en el frenesí que le causaba lo indebido, que la adrenalina que recorría su cuerpo provocaba que ese encuentro fuera aún más placentero.Cuando ella convulsion
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Instinto asesino.
Estando en la empresa Judith se encontraba sumida en sus pensamientos, cabizbaja y con la mirada fija en el escritorio, ya que el peso de la situación con Dylan y su matrimonio fallido la abrumaba. De repente, sin previo aviso, la puerta de su despacho se abrió y por ella entró Carl sin siquiera tocar. Judith levantó la cabeza, sorprendida por su presencia.Carl se acercó a ella con paso firme y colocó ambas manos en el escritorio, adoptando una postura amenazante. Con gesto violento, deslizó un documento frente a ella antes de empezar a hablar con voz dura y severa.—Niña, ya me cansé de tu jueguito de ser jefa, — comenzó Carl con tono cargado de desprecio. » Estás aquí para que mi hijo te vea, pero todo esto que haces es infantil y no quiero ser parte de tus niñerías y no esperaré a que mi empresa desaparezca por tus caprichos. Tu padre ya me ha jodido lo suficiente como para permitir que tú también me saques canas verdes. ¡Firma aquí!Judith se quedó en silencio, sintiendo una mez
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Sinceridad cruda.
Continuación:Darían miró a Bryan por unos segundos, sintiendo un nerviosismo que apenas podía ocultar y con voz apenas audible, contestó: —Aunque me muero por ridiculizarte, no quiero ir a ver a tus padres con mi uniforme de pasante y necesito tomar un baño.Tan pronto como Darían terminó de hablar, Bryan la agarró del brazo y le abrió la puerta del coche.—Entra, tengo todo listo —le dijo, y ella lo miró con recelo.—Sabes que, por tu culpa, este último mes he tenido que andar en taxis más de lo que nunca lo he hecho —, reclamó Darían desde el interior del coche y Bryan rió a carcajadas y se acercó tanto para ponerle el cinturón que Darían dejó de respirar. Se quedó tensa como un palo mientras él estaba cerca y al notar que no estaba respirando, Bryan se tomó más tiempo del necesario, riendo silenciosamente mientras observaba sus clavículas hundidas.—Respira, si no te asfixiarás —ordenó Bryan con voz suave pero firme. Darían tomó una gran bocanada de aire y lo expulsó lentamente
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Explosión de emociones.
Darían avanzaba junto a Bryan por el imponente camino que conducía a la mansión Torne. La enorme estructura se alzaba frente a ellos, rodeada de exuberantes jardines y altos muros de piedra. La tensión y el misterio impregnaban el ambiente, aumentando la sensación de intriga en Darían.Mientras se adentraban en la propiedad, dos perros Doberman se acercaron corriendo hacia ellos. Darían, al ver a los canes de tamaño considerable, se llenó de pánico y se aferró fuertemente al brazo de Bryan. Sus ojos se abrieron de par en par, y su voz temblorosa expresó su preocupación.—Estos no son como mi Tomy, estos muerden. ¡No dejes que lo hagan! —chilló, ocultando su rostro en el hombro de Bryan.Bryan, divertido por la reacción de Darían, soltó una carcajada mientras la miraba con afecto.—Tranquila, Darían. Ellos muerden, pero son menos imprudentes que tu pequeña bola de pulgas —respondió Bryan, aliviado porque sabía que los perros estaban entrenados y no representaban una amenaza. Los canes
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