EL INCIO.POV RENZO.—¡Tú, tienes la culpa de mi desgracia!Es lo primero que escucho, cuando contesto una llamada de mi hermana menor.—Ahora, ¿Qué hice? —inquiero, sintiéndome confundido antes sus palabras.—Darío me ha pedido matrimonio.—¿Lo lamento?—¡Renzo! —gruñe mi hermana y la escucho hipar como una magdalena.¡Señor!—No entiendo, ¿Es bueno o malo?—Vino a la villa a pedir mi mano y Mamma me dejo claro que no puedo casarme con él, porque tú no estás casado.Me paso la mano por el rostro.—¿No es cierto?—¡Si! —grita histérica—Yo le dije: Mamma. Me voy a quedar a vestir santos, porque tu niño es un idiota que no tiene relaciones serias.—¡Oye!—¡Es cierto! ¿Cuándo fue tu última relación duradera?—No es tu problema.—¡¿Lo ves?! —gimotea más—Darío y yo nos amamos. No es justo que la Mamma me haga pasar por esto para cumplir tradiciones arcaicas.—Es ridículo— susurro.—¡Bien! Díselo a ella.Ni de coña.—Bianca. Sabes que mi trabajo es aquí dirigiendo el negocio. No tengo nada
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