—Esta vez, no se trata de la llamada de medianoche, es el susto de medianoche. —Diego bromeó mientras tomaba un sorbo de vino tinto, tratando de aligerar el ambiente.Después de todo, esta noche, tanto él como Javier estaban acompañando a su hermana menor, y no se atrevían a hacer nada que molestara a Flora.De lo contrario, las dagas en su cruz no eran decoración, y en ese momento ni siquiera Jesús podría salvarlo.—¡Flora realmente se atreve a venir?¡Maldita sea, dame armas! —Javier maldijo mientras sus ojos seguían fijos en la pantalla, sus dedos tecleaban rápidamente en la computadora.—¿Armas? ¿Qué armas? ¿El teclado?Clara sacudió la cabeza y, con una expresión indiferente, se levantó de su asiento: —Fui yo quien invoco a ese fantasma aquí, así que debería ser yo quien lo despida. Bajaré a echar un vistazo.Se dirigió sola hacia la entrada, activando el intercomunicador.En la pantalla, la imagen de Alejandro apareció con su rostro guapo y su semblante un tanto frío.—¿Qué estás
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