De repente, el agudo pitazo de un coche rasguño el aire. A cierta distancia, un deslumbrante haz de luces la iluminó. Giró bruscamente la cabeza, su rostro se volvió pálido bajo la luz. Sin embargo, en ese momento crítico, se quedó inmóvil en su lugar, rígida y sin ningún movimiento.Un camión que se aproximaba a gran velocidad no pudo frenar a tiempo. Noa, llena de terror, abrazó fuertemente su osito de peluche, cerró los ojos con fuerza.—¡Noa! ¡Cuidado!En el último instante, Rodrigo apretó los dientes, se precipitó hacia adelante rápidamente y sostuvo su frágil cuerpo en sus brazos. Al igual que había abrazado su osito, ahora la protegía con todo su ser.Luego, giró bruscamente, su figura se convirtió en una sombra fugaz, y ambos cayeron violentamente al suelo. El hombro de Rodrigo chocó justo contra el borde del camino, causándole un dolor que lo hizo soltar un gemido ronco y sudor empapó su traje.El camión, para evitar atropellarlos, cambió bruscamente de dirección y embistió el
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