El repentino sonido sobresaltó a Gabriela y al darse la vuelta, golpeó accidentalmente la caja y ¡pum!, la caja cayó al suelo.Rodrigo la miró fijamente, la gran rabia hizo que su expresión fuera tan espeluznante.—No es mi intención...—explicó con precipitación.Mientras hablaba, se arrodilló para cogerla. Cuando sus dedos casi tocaban la caja, le agarraron la muñeca con tal fuerza que casi le aplastaron los huesos de la mano.¡Dolía mucho!Su mano estaba casi rota y sudaba del dolor.—¡Retira tus squerosas manos!—las pupilas de Rodrigo estaban inyectadas en sangre por la rabia.Mientras hablaba, la arrojó con tal fuerza que todo el cuerpo de Gabriela cayó hacia atrás, golpeándose su cabeza contra la esquina del armario.El dolor agudo la adormeció brevemente, su cerebro zumbó y sintió un líquido caliente que bajaba, se llevó la mano a la nuca, tocando una pegajosidad.Sin sorpresas, fue sangre, pero no mucha.Levantó los ojos y vio, a través de un mechón de pelo suelto, a Rodrigo rec
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