Lucía colgó enseguida, pero Sonia perseveraba y llamaba una y otra vez.Por primera vez en su vida, Lucía puso los ojos en blanco ante el teléfono, respiró hondo y deslizó la pantalla para contestar.En cuanto descolgó, se oyó un dulce y empalagoso: —Cuñada...Lucía sintió que se le ponía la carne de gallina, se tranquilizó y sonrió: —Ay, prima Sonia, ¿qué te pasa?—¿No puedo llamarte si no tengo nada?— Sonia sonrió alegremente—, ¡No te he visto en los últimos dos días, te echo de menos, y también estoy pensando en mi sobrinito! Si estás disponible, ¿podemos cenar mañana?—Lo siento, no estoy disponible.—Cuñada tú... ¿No quieres comer conmigo?Gruñó Lucía mentalmente: «¡Sí, no!»«¿Quién quiso comer con una zorra que pensaba en su marido todo el tiempo? ¡No pudo comer nada!»—Je, ¡quiero!— Lucía se rió de una manera que parecía falsa incluso para sí misma—. ¡Sonia, no pienses tanto, eres la única que me ha tratado como a una amiga desde que llegué a esta casa, y estoy más que dispuesta
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