Desde ese momento, Roger no pudo disfrutar de la fiesta plenamente. No podía sacar a Taylor de su cabeza y el hecho de que haya renunciado solo lo ponía aún más nervioso. La música, la gente y el sitio mismo se volvieron un fastidio, por lo tanto, se retiró temprano de allí, dejando a Josh a cargo de todo. Taylor, por su parte, no pudo conciliar el sueño. Se pasó la mayor parte de la noche derramando un mar de lágrimas, recordando las veces en que su amado lo trató con tanta amabilidad, para luego terminar de esa forma, siendo pisoteado por él sin reparos. Creyó que ya no volvería a ver a Roger, que su relación amistosa-laboral se había acabado en el instante en el que decidió renunciar. Sin embargo, el chico no sabía que su exjefe no tenía ninguna intención de izar su bandera blanca. No iba a darse por vencido. En la mañana siguiente, el timbre del departamento de Taylor empezó a sonar, lo cual lo despertó. Hizo un esfuerzo por despegar los párpados que estaban hinchados y enrojeci
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