“Puedes cerrar los ojos a la realidad pero no a los recuerdos”Stanislaw Jerzy LecMaría no puede dejar de recordar lo que vivió con Marcos, mientras era una adolescente. Su padre había trabajado para él en la finca El Uveral, que colindaba con su pequeña cabaña.Siempre le pareció divertido saltar al otro lado y meterse a robar algunas uvas para merendar junto a Otilio, su vecino, menor que ella por un par de años.—Apúrate, hala el gajo de uvas, antes que venga Tarcisio. —le dice ella, mientras él, en punta de pie intenta tomarlo.Justo en ese momento se oye un disparo al aire, y Otilio se desvanece soltando el gajo de uvas, aplastando entre sus dedos sólo unas pocas. Ella corre hasta él, pero él chico no reacciona, pronto se acerca Tarcisio con la escopeta en la mano y detrás de él, desmontando su caballo, baja Marcos a socorrerlo.—Hey chico, despierta, más el cuerpo aún caliente continúa inerte.—¿Qué le pasó a mi amigo? —pregunta nerviosa y llorando María.—Creo que está muerto
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