«Diana caminaba por calles inundadas de agua, ella veía llover, pero era tan raro, como si el agua no pudiera mojarla, miró alrededor, había luz, y claridad, pero, nadie estaba ahí. De pronto, frente a ella, estaba Xavier Brighton, era tan joven como la última vez que lo vio, ella lo miró, primero sonrió, sintió una nostalgia, y corrió hacia él, como si pudiera alcanzarlo, pero cada paso que daba, notaba que él se alejaba de ella, más y más, hasta que se convenció de que nunca la alcanzaría, cuando lo miró, él ya no estaba. Siguió caminando sin rumbo fijo, se sentía perdida, como una extraña en ese lugar. Mientras caminaba podía ver sus pies hundidos en el agua, luego descubrió que ella vestía una bata blanca, y de pronto le pareció que era como una mortaja, cuando alzó la vista, Melissa estaba ahí, ella se acercó, Diana acunó su rostro, podía besarla, pero no sentirla, la abrazó, luchaba por sentirla, era imposible —¡Mi niña, mi dulce princesa! Volviste con mamá, te extraño tanto
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