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Todos los capítulos de ¿Cómo conocí a mi sugar Daddy?: Capítulo 101 - Capítulo 110
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101. Puedo ayudarte…
Mathew estaba molesto por aquello, él podía consolar a su hija mejor que nadie, aun así no tenía tiempo para ponerse a discutir con Eloise además de que debían alistarse para llegar a tiempo al juicio.Así que se levantó y asintió secándose también un par de lágrimas que tenía atascadas en los lagrimales, ya tendría tiempo más tarde de seguir hablando con Noelia cuando los dos estuvieran más tranquilos.— Deben estar listas en media hora, no podemos llegar tarde al juicio, las esperaré en el coche.Y tras decir aquello, el abogado salió de la habitación tragándose su molestia por la amiga de Noelia, que no tenía por qué estar celosa, porque obviamente era lo que le sucedía a Eloise, aun así esperaría que su hija estuviera preparada para contarlo y encararía a la chica en otro momento para dejarle claro que ella no tenía ningún tipo de poder sobre él.—Noelia, creo que deberíamos mudarnos… No está bien que…Noelia no dejó su amiga terminara de hablar, por lo que de inmediato se separó
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102. Yo no sabía quién era Noelia.
El principal acusado en el caso de Noelia era James Dubois, él tenía la clave de todo y era quien guardaba las pruebas más concluyentes.Todos los que vivieron esa noche, a excepción de Dubois, estaban muertos y no había pruebas concluyentes de que los Lorraine hubieran tenido nada que ver en el incendio, de hecho el abogado de ellos demostró que un solo hombre podía haber provocado toda la desgracia.También se mostraron de acuerdo en devolverle a Noelia lo suyo y se presentaron varias pruebas de que lo que le pertenecía no se había desmembrado ni vendido, ni siquiera repartido, Phillip lo había dirigido como si se tratara de un simple gerente que solo había hecho crecer las cavas y sus acciones, como si esperara que ella apareciera.A Mathew le costaba sacarse de la cabeza aquello como pensar que lo que había creído durante él media vida era mentira. No, los Lorraine debían ser responsables, les faltaban pruebas, estaba seguro de eso, pero el peor momento fue cuando Marius subió al
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103. Necesito hablar contigo un momento.
Ella se encontraba sola en el aparcamiento subterráneo de los juzgados, sin entender muy bien para que la había llevado ahí su amiga Eloise, cuando de repente sintió unos pasos a sus espaldas. Ni siquiera tuvo que esperar a que esa persona se presentara o hablara para ser consciente de quién era, ella lo sentía, la volvía loca a pesar de odiar sentirse así.—Noelia —Dijo Marius.La voz de ese hombre hizo estremecer todo su cuerpo, tanto que tuvo que cerrar los ojos por un instante, para poder controlar la avalancha de sentimientos y emociones encontradas que experimentó.Sobre todo poder controlar las enormes ganas de girarse, para atacarlo, sacando un poco la frustración y desasosiego que le provocaba. Lo peor era que no solo tenía que luchar contra el impulso de atacarlo, también tenía que hacerlo con el horrible e incontrolable anhelo de lanzarse a sus brazos y comerle la boca, con todo el deseo contenido y la maldita desesperación que la inundaba por completo al no poder estar con
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104. ¡Eres un maldito Marius Lorreaine!
— Jamás te haría daño, pero no puedo permitir que te marches sin que escuches lo que tengo que decir.—¡Marius suéltala Marius!— escuchó la voz a su espalda de quién había sido su mejor amigo hasta entonces y no lo dudó, cerró el maletero y corrió hasta el asiento del copiloto arrancando el coche y saliendo del aparcamiento a toda velocidad, dejando a Mathew tras él maldiciendo y gritando para que volviera.— ¡Mierda, mierda, mierda!— Marius golpeó el volante varias veces sin aflojar el pedal del acelerador, cabía la posibilidad de que terminara en la cárcel por secuestro, pero habría válido la pena si conseguía decirle todo lo que quería decirle a la chica.Noelia golpeaba el maletero del coche sin parar, era incapaz de creer lo que estaba sucediendo ¿Qué haría Marius con ella, donde pretendía llevarla?Pocos minutos después, el coche en el que viajaban se internaba en el bosque y no sé detuvo hasta llegar a un claro envuelto de árboles, allí Noelia podría gritar cuanto quisiera, per
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105. Yo no voy a darme por vencido.
¿Parar porque pararía? —No pares… Sigue, mi amor…A Marius no le hizo falta nada más para llevarse la mano al cierre de su pantalón y liberar su erección que protestaba por estar cautiva, produciéndole una molesta incomodidad.— Noelia…— no podía creerlo, ya había perdido por completo las esperanzas y estaba usando su último cartucho, obligándola a escucharlo, pero nunca hubiera imaginado que esto terminaría así, con él posicionando su polla en la humedad de la chica y penetrándola de una dura estocada.Ella no pudo evitar no gemir al sentir esa primera estocada en su interior, haciendo que se derritiera por completo y dejara de poner resistencia.—Joder…— jadeó él con voz ronca mientras le obligaba a girar el rostro y buscaba su boca para besarla, saborear sus labios, su lengua, con las mismas ganas y mismo anhelo con el que se movió, hacia atrás solo para volver a hundirse nuevamente en sus carnes y terminar perdido en sus propios deseos, dominado por esos sentimientos que se había
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106. No me hagas tu enemigo Marius
A Marius poco le importaba haber pasado esa noche en el calabozo porque él estaba en el mismísimo cielo. Después de dos meses había vuelto a tener el amor de su vida en sus brazos. La había escuchado gemir y estremecerse, retorcerse de placer bajo su cuerpo. Noelia era suya y jamás dejaría de serlo. La forma en que se entregó a él era la prueba de que la amaba tanto como antes y no importaba el tiempo que debiera pagar por habérsela llevado un contra de su voluntad, lo pagaría a gusto, porque en cuanto saliera se iría a buscarla.— Señor Lorraine, retiraron la denuncia y ya puede marcharse.Marius sonrió al escuchar al guardián y no tardó en hacer lo que le había dicho y salir de la celda. Obviamente porque ella había retirado la denuncia.Su Noelia había comprendido que no podían dejar de amarse y era una tontería vivir alejados el uno del otro.Marius sólo tenía ganas de envolver a la chica entre sus brazos y besarla y pedirle perdón por cualquier cosa, le daba igual que, pediría s
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107. Encantado, yo soy Armand
Armand observaba la fotografía que le acababan de mandar a su teléfono móvil, era la foto de una chica muy guapa. No le costaría nada acercarse a ella tal y como su padre le había pedido.Esa había sido la única condición que James le había puesto para su traslado, que se acercara a Noelia, la joven de la fotografía, y hacerse su amigo.Eso sería fácil, sobre todo porque su objetivo se acercaba acompañada de otra chica de cabello rojo.— Perdón¿Sabéis dónde puedo encontrar la clase de derecho penal de segundo?— preguntó el chico en un perfecto francés pero con un marcado acento británico.Noelia, quien estaba buscando la misma clase asintió a la pregunta hecha por el joven, sabía que Mathew había aceptado dar esa asignatura en la universidad de París, ya que, por el momento, no volverían a los Estados Unidos y aquello la hacía estar más tranquila al estudiar en esa universidad.—No, perdona no poder ayudarte, pero estamos en la misma, en busca de esa clase.—Mi nombre es Noelia Rich…
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108. ¿Ya está otra vez ese idiota con Noelia?
Noelia no podía dejar de reír con Armand después de la clase a la que ella y Eloise se habían colado, luego el joven se había colado a una de las que cursaba ella y de ahí ambos habían terminado en la cafetería.—¿En serio porque no me crees cuando te digo que no me gustan los clichés? — le preguntó Noelia al joven.—Los clichés solo sirven para que las personas romanticen e idealicen lo imposible— tras decir eso Noelia se puso sería y sonrió con amargura al recordar a Marius y como creyó que estaba viviendo en una novela romántica a su lado.— ¿Pero no es eso lo que hacen los enamorados una y otra vez? — Preguntó Armand — Idealizar a sus parejas hasta darse cuenta de que ni siquiera se enamoraron de esa persona, sino de las posibilidades que veían con esa persona.Él se dio cuenta de que, de repente, el rostro de la chica se había llenado de tristeza y aquello le molestó, así que la tomó del mentón y la hizo mirarlo.— No deberías estar triste por nadie, si alguien no te supo valorar
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109. ¿Un ladrón?
Mathew tenía muy claro que ya no podía esperar más, el juicio contra los Lorraine estaba por terminar, sin ninguna prueba concluyente que los inculpara en el incendio que tuvo lugar veinte años atrás.Pero él sabía donde podía encontrar algo, había un recuerdo que le atormentaba, y tenía que ver con la muerte de Juliet, el cual se repetía una y otra vez en su mente, haciendo que no fuera capaz de olvidar sus últimas palabras.«La verdad está escondida entre los escombros del laberinto, encuéntrala Mathew»Aquellas palabras lo tenían desconcertado. No podía ser tan fácil, por eso intento buscar mensajes en clave en esa frase, pero no encontró nada, así que llegó a la conclusión, de que, efectivamente, se refería literalmente al laberinto.Después de estudiar por varios días la forma de entrar y burlar la seguridad de la mansión Lorraine, Mathew por fin, se colaba a la propiedad, ayudado por la complicidad de la noche que lo ayudaría a encontrar la verdad.Marius no lograba conciliar el
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110. Ahora que está todo solucionado…
— Entonces esto es lo que vamos a hacer, ¿Lo entendiste? Debemos investigar la certeza de los documentos que encontramos — aseguró Mathew mientras le servía café a su mejor amigo. Ambos conversaban tranquilamente, sentados en dos taburetes, alrededor de la mesa de desayuno del apartamento de Mathew.Los documentos que encontraron exculpaban a los Lorraine de lo sucedido y les daban los motivos de James Dubois para terminar con toda la familia de Violet, con ella incluida.Pero no solo eso, habían encontrado mucho más de lo que esperaban, cosas que debían seguir investigando y, sobre todo, volvía imprescindible buscar la manera de que Dubois aparezca y pague por todos sus crímenes.— Ahora que resolvimos nuestras diferencias — empezó a hablar Marius mientras daba un sorbo a su taza de café — ¿Vas a dejar que vuelva a acercarme a Noelia?Mathew observo a su amigo, con esa mirada, que se volvía hielo a menudo y bebió un poco más de su café, debía reconocer que ya no había motivos para q
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