—El señor Gregoire Petit de la joyería Cartier, madame—le expreso Emile mientras un joven hombre junto a un par de mujeres entraban en la estancia.Sarah se levantó de su sitio y le extendió la mano al hombre, quien le respondió el saludo.—Es un placer conocerla—le dijo el hombre trajeado—espero no interrumpirla.—No, señor Petit, de hecho solo estaba disfrutando de una tarde tranquila ¿Desea que le pida un té o algo de beber?—No, muchas gracias, señorita Stoica, de hecho, me gustaría pasar directamente al asunto que me ha traído hasta aquí.Con un chasquido de dedos, las jóvenes que le acompañaban, levantaron un par de maletines negros, los cuales tenían una seguridad de varios dígitos que Sarah presencio aunque claramente eran difícil de recordar la combinación. Una vez abiertos, el señor Gregoire, los coloco sobre la mesa que estaba frente a Sarah para que contemplara las piedras preciosas que se guardaban en su interior, por poco a Sarah le dolieron los ojos de los centelleantes
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