—¿Por qué no me avisaste de que venías a casa? ¿Podría haberte cocinado algo? —como siempre, Alice Lancaster no dejó que su hija dijera nada. —Yo también me he enterado antes —explicó Cindy, aún completamente abrumada por la situación. Su madre la empujó hacia el interior del piso, Cindy cerró la puerta y la siguió hasta el salón. Inmediatamente comenzó de nuevo la letanía habitual —Prometiste llamarme después del fin de semana en Las Vegas, estaba muy preocupada. Dios sabe lo que podría haberte pasado. —Lo siento, lo olvidé. Pero como puedes ver, estoy bien y no ha pasado nada —insistió Cindy, continuando la frase en su mente, «excepto que acabé en la cama con el chico guapo sin afeitar». —He tenido las peores imágenes en mi cabeza —se lamentó además Alice Lancaster—. Asaltada, secuestrada, robada, violada. «Aunque no lo necesitaba, lo hice de muy buena gana», pensó Cindy con sarcasmo. —Y de todos modos, el espectáculo de ayer fue terrible. Esas cosas de cuero, y luego ni siqu
Leer más