Cuando la policía entró en la oficina de Brandon, Paul estaba a su lado ejerciendo de abogado, algo que no solía hacer jamás, pero en aquel momento no tenías más opción. Paul observaba el rostro de Brandon para estar seguro de que mantenía la calma, pero hasta le dio escalofríos la seriedad que se veía ante aquella situación. –Sabemos que la señorita White vivía con usted en San Francisco. –Habló el detective analizándolo con la mirada. –Bueno, no vivía con ella –empezó Brandon a explicarse controlando con maestría sus nervios –era uno de mis departamentos y me gustaba tenerlo para verla de vez en cuando y me sentía más cómodo encontrándome con ella en un lugar más privado antes que en un hotel. –¿Entonces confirmas que la señorita White era su amante? –Preguntó otro detective mirándolo a los ojos y Brandon hizo un gesto positivo con la cabeza. –Sí, como podrá imaginar soy un hombre casado y debo mantener las apariencias, por eso nuestra relación era tan secreta. –Contestó Brandon
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