Nuestro beso ahora era intenso. No había más ligereza, no había más dulzura. A veces mordía sus labios, pero mi deseo era morder cada parte de su cuerpo.Bajé con dificultad por mis labios hasta su cuello, porque de vez en cuando me volvía a acercar a su boca, besándome con voracidad y tardando mucho en soltarme. Arrastré chupones por su cuello mientras él gemía, deteniéndome en su hombro, que mordí en venganza por lo que había hecho la primera vez que nos tocamos.- Cuando pase el alcohol, tendrás una marca para recordar que esto realmente pasó, Héctor. - Yo hablé.- Se acabó el alcohol, Bárbara... Y no los recuerdos.- Tan vivo como el enfado que sentí contigo... - Acaricié su espalda, completamente desnudo, mientras le bajaba levemente el pantalón, dejando su ropa interior con la polla erecta debajo.- ¿Ya no te sientes enojado conmigo, “loco, descalificado”? Me tocó la nariz, bajó por mi cara y se detuvo en mis labios, donde besé su dedo.“Si no me provocas, no sentirás mi ira, pe
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