• Enrredo Me sentía sumamente agotada. El cuerpo me dolía y sentía mis extremidades dormidas. Respiré profundo abriendo los ojos, giré mi cabeza y allí estaba él. Observándome, sin embargo había algo diferente en su mirada. Un atisbo de preocupación, de miedo. En el poco tiempo que conocía a Elián, jamás me dió indicios de sentir algo parecido al temor. —Hola— Susurré débilmente. —¿Cómo te sientes bonita?—. Sonreí, me encantaba ese apodo. Tan real, tan dulce pero no del tipo de dulce que se hace pastoso e incómodo. Si no, como un caramelo fresco, con la suficiente azúcar para cerrar tus ojos de placer. —Cansada. ¿Qué fue lo que pasó?— lo último que recordaba era el ataque de la manada. —Estamos en Alemania, en la manada del Alpha Ikender. Atacaron la mía, pero créeme que esto no se quedará así Alderin—. Asentí con la cabeza. Recordé la marca de mi brazo, levanté la manga de la blusa que traía puesta, en efecto traía una venda allí.—¿Que me está pasando Elián?—Estarás bien te
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