Habían pasado algunas horas desde que nos habían secuestrado en el centro comercial, fuimos bajados de la furgoneta como si fuéramos animales. Digo fuimos, porque solo se escuchaba la mala manera de hablarnos. Escucho a Ada sollozar y juro que si le hicieron algo, no volverán a ver la luz del sol. Baje la guardia y me confíe. Al estar solo se aprovecharon de eso y decidieron atacar. Me cabrea que me secuestraran cuando vine con Ada. Esa alemana no pertenece a este mundo. Me quitan la venda de los ojos y me encandila la claridad, busco a Ada con la mirada a mi alrededor, ella está sentada a mi lado con los ojos llorosos. Estamos atados de manos y pies, el sujeto frente a mí se acerca a quitarnos la cinta adhesiva de nuestras bocas, mientras él la miraba con deseo y sé que quiere hacerle algo a ella. Mi instinto me lo dice y nunca me ha fallado, no después de muchos años de experiencia en este jodido mundo. —Frabrizio Martinelli, ¿hombre de negocios o f
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