No pude dormir, me confieso. Tenía que disfrutar cada latido de su corazón mientras dormía desnuda sobre mí. Sonreí como un idiota y seguí acariciando su cabello. No sé qué hice para merecerla, es perfecta.Al besar su frente, ella se removió y sonrió. Dios quería despertarla para seguir donde lo habíamos dejado. Cuando abrió sus ojos, su cuerpo se tensó.—Ay, no. ¿Esto de verdad paso? —Sentándose y arrastrando la sabana para cubrirse tal como la primera vez, me miro con pánico. Aun lo recuerdo. En aquel invernadero cuando nuestros corazones sufrieron el mayor de los colapsos ella se entregó a mí, dejándome entender sus miedos y haciéndome responsable de hacerla olvidar
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