—¡Papá, mi mami, papá, no dejes que se llevan a mi mamá! — El pequeño Fernando trataba de soltarse del agarre de su padre, intentaba salvar a su madre, no quería que nada le pasara, no quería perderla, su mente iba a ese momento en que los subieron al auto y apuntaron en su cabeza, recordando como ella le decía salta cariño, salta. Doménico, sentía la rabia, sentía que la podía perder nuevamente, el llanto desesperado de Fernando gritando por su madre, lo que iba a ser la mejor de las recepciones termino siendo una pesadilla, iba a ser un día feliz, quería llorar, pero eso era demostrarle que estaba ganando, se sentía impotente viendo como el gusano de Sandro arrastraba a Rosse sin dejar de apuntarles en la cabeza, veía como su esposa murmuraba algo. —¡Vamos muchachos! Ya no tenemos nada que hacer aquí — Gritaba, mientras sus hombres retrocedían sin dejar de apuntar a cada uno de los asistentes, esa salida ya estaba cubierta, así que una vez alejados casi a punto de escapar, llego
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