En algún lugar, desconocido por todo ser humano, se encuentra el oráculo junto al gran Nukkuja.—El momento ha llegado —dice aquel gran ser sentado en su trono hecho íntegramente de huesos, sumergido en las sombras.—Sí que fuimos pacientes —agrega el oráculo parado junto a él—. Mil años han pasado.El gran Nukkuja se pone de pie, debido a su altura es imponente. Inclinando su torso hacia adelante camina unos pasos y se ubica al borde de una gran caída, dejándose ver, iluminado por el fuego de dos antorchas dispuestas una a cada lado.Lo imponente ya deja de ser solo por su tamaño. Su musculatura es demencial y su rostro, al igual que su cuerpo, una mezcla entre humano y naturaleza. Raíces cuelgan de su mentón formando una sucia barba, al igual que lo que sería su pelo. Su expresión es realmente atemorizante, unos dientes filosos decoran sus fauces y sus ojos, a diferencia de las demás criaturas son de un verde brillante que acompaña perfectamente el color verdoso que lleva en su cuer
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