EDMONNo responde, clavo mis ojos en los suyos, me odia, la odio, estamos a la par en eso, en todo lo demás, no, es inferior. Paso mi mano por su vientre plano hasta llegar a su coño, está como un río y yo duro como una roca, agarro su clítoris y ella hace un gesto mimado que la hace ver como una niña, pero no lo es.—¿Entendido? —vuelvo a repetir.—Sí… —gime haciendo la cabeza para atrás.Esa es la señal que necesito, agarro sus piernas y las abro, su sexo rosado, sin rastro de vello como si fuera una estrella porno, brillante, me saluda y sin perder tiempo bajo la cabeza y comienzo a alimentarme, sabe a miel, sus jugos recorren mi boca, mi lengua entra y sale al ritmo que mejor elijo, gime como zorra, mueve las caderas incitándome a que le dé más, en un momento a otro agarra mi cabello con una mano y llega a u primer orgasmo, pero no me detengo, sigo y sigo, hasta que lanza un chorro q
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