EnriqueIzel regresó, y yo debería estar al lado de ella. Sin embargo, me encuentro sentado en la sala de mi casa, tomando un poco de café mientras mi madre habla en voz animada sobre mi próxima boda, y lo felices que Carolina y yo seremos en nuestro matrimonio. No cabe duda que mi madre puede ser tierna y simpática cuando quiere. Yo, no puedo. En dos días Carolina y yo contraeremos matrimonio aquí, en la casa. Habrá una ceremonia en el jardín techado que hay al fondo, y luego la recepción se hará en la sala que, más bien, parece salón. Mis padres y sus padres se han encargado de todo y, no lo sé, pero creo que al menos Carolina puede opinar sobre su vestido, yo prefiero no opinar en nada. Carolina y yo, en las semanas que hemos estado juntos, hemos hablado poco pero lo suficiente. Ella es una mujer plana de carácter, obediente, sin mucho que decir o a hacer y manipulada por su madre que no la deja ni a sol ni a sombra. No tiene sueños, ni pasiones, no como Itzel, y lo único que hac
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