-Nina- De noche, Dublín era lo bastante colorida como para motivar los sentidos de cualquiera. Observé los incontables edificios y sus fachadas gregorianas antiguas que, combinadas con pequeños toques modernos, le conferían una exquisita particularidad al recorrido. Pasamos por el río Liffey, que cruzaba la ciudad por completo, dividiéndola en dos. Ya era bien entrada la noche, pero todo el mundo andaba en la calle. Una cantidad enorme de pubs y bares poblaban cada esquina por la que transitábamos, y el movimiento de gente resultaba llamativo; había música en vivo, lo cual me levantó el ánimo. Sin dudas, para ellos y para nosotros la noche era joven.Atravesamos un par de carreteras y entramos en una zona plagada de automóviles y motocicletas. Hab
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