"Ese no es Adrien, ¿verdad que no es Adrien, Sia?", me dice Aella y sus palabras retumban en mi cabeza, "lo vimos morir, todos nos habían confirmado que estaba muerto", me repite, "nosotras vimos cuando Bernard le rompió el cuello y en su forma humana, además", señala y yo siento como el color abandona mis mejillas, "no pudo sobrevivir a eso ni haber vuelto de la tumba para querer matarnos, ¿verdad que tengo razón, Sia?"Aella está nerviosa, pero yo no puedo contestarle, porque tengo que lidiar con mi propio drama, y es que un millón de pensamientos pasando a una velocidad vertiginosa, tanto, que siento que me voy a desmayar.Y es que no puedo creer lo que captan mis ojos, la figura del imponente lobo que alguna vez llegué a codiciar y que ahora preferiría que fuera una ilusión y hasta una pesadilla, si se quiere, sin embargo, insiste en verse tangible, a tal punto que está toman
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