A los diez años, admití que me odiaba a mí misma por ser si ple mente yo. No aprendí nada más sobre ello.A mis doce años, casi trece, mis tíos nos visitaron y aprendí que, aunque fuera una niña, tenía el poder de provocar con tal solo mi propia piel y existencia.Era verano, quizás el más caluroso que recuerdo. A mi padre le habían dado días libres, y yo, obviamente, no tenía clases. Estaba en mi habitación cuando él aviso que mis tíos vendrías, yo me emocione como nunca, ya que hace mucho que no los veía. En cuanto entraron por la puerta, una sonrisa apareció en mi rostro y un rostro de emoción en mi pecho. No muy seguido me sentía así, de h
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