— Rosilda, ven acá rápido, llévame allá al patio que quiero ver el atardecer, ¿no sabes que hago esto todas las tardes, mujer, porque siempre tengo que seguir rogándote que hagas tu trabajo? Después de todo, ¡esto no es por lo que pagamos su enorme salario!— Sí, señora, ya voy, no se enoje, ¡mire el corazón!— ¡Y no me vengas con toda esta ironía, puta, deja de parlotear y llévame en esa maldita silla al patio!— ¡Todo bien todo bien! ¡Oh, esta mujercita estresada!— Pero mire cómo los empleados modernos tratan a sus jefes en estos días, parece que solo somos dos colegas. ¡Ten más respeto conmigo, perra!— Lo siento, señora Mercedes, pero no soy como sus otros sirvientes, fui contratado por el Dr. Gilberto para brindar mis servicios como enfermera y, por lo tanto, so
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