El teléfono estaba mudo completamente. Ahora era el turno de él, por supuesto.Y así lo supuso Alexa, mientras se pasaba una mano por la mejilla derecha, ahora enrojecida.También debía librar sus batallas, aunque éstas no implicasen sacrificar algo más allá que su simple vida de joven. Si, el incendio también se había instalado en la apacible sala de los Bell.El incendio provocado por él.Y ella, por primera vez en mucho tiempo, sintió que debía hacer algo. No lo hizo en el momento en que con aquella silenciosa estocada, obligaron a Santino a alejarse de su vida. Lo consiguió al menos expresar una vez hubo cerrado la puerta.Pero la insolencia tenía un precio. Obvia ley de acción y reacción, aunque desde la perspectiva insistente de ella, no consideró insolente defender su opinión. Era su vida, sería todo lo
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