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Todos los capítulos de Pies descalzos: Capítulo 11 - Capítulo 20
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Humillación
Discreción: sensatez, prudencia, oportunidad.Papá muchas veces nos hacía recordar el significado de varias palabras cuando regresábamos de misa en la carreta, a caballo o en los nuevos autos. Nos decía que después de amor, era discreción la palabra más completa, la que debíamos no solo aprender, recordar si no también ejercer.En ella estaban encerradas las acciones que permitieron que él formara una familia y se manejara el resto de su vida. Lástima que Mariana nunca viniera con nosotros en esos paseos.El carro se detuvo justo frente a la casa de Pablo Torres. El sino hizo gran cosa en toda la tarde. Escuchó radio, caminó por los alrededores, vio como se ocultó el sol. Por eso cuando el carro negro de los Castro se detuvo con sus faros iluminando hacia la casa saltó de la cama. Se había recostado con la ropa de trabajo puesta.–
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El peor momento que nadie vio
Mariana y su glamoroso vestido rosado. Cuando apareció en el jardín para subirse al auto, Milagros la miró extrañada–¿No te dijo tu madre que vistieras de crema?–Sí. Pero el crema que tengo está muy usado y este lo tenía nuevo y es tan…elegante. –Dio una vuelta, la vimos, todos, pero sobre todo Tomás, a él se le fueron los ojos cuando ella giró.Igual todos sonreímos. Si mamá hubiese estado ahí, quizás la habría devuelto para que no rompiera el esquema, pero mamá no estaba. A sus doce años Mariana era una niña alta y con buena figura, su cabello era una cosa hermosa, castaño y con brillo. Estaba tan contenta porque iba con nosotros que sus ojos brillaban y si, su vestido rosa era muy bonito.Los familiares de los novios estábamos cerca, cerca de la orquesta, cerca de nuestros padres,
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Recursos
De momento, se desataron las impotencias en la sala de la casa de Pablo y Nilda Torres.El padre, por supuesto, estaba dolido, ofendido, humillado, sufriendo el dolor de su hija. Tanto así que gritó que en ese momento iba a la casa de Chico Castro para matar a Eugenio, que era el nombre que Mariana repetía y repetía. Para Milagros, todo eso era parte de obsesión que seguía manteniendo Mariana con el joven de buena posición, que significaba estar a la par con familias como las nuestras.Papá, que seguramente a esa hora de la madrugada estaba agotado, detuvo a Pablo con su cuerpo, sus manos y su voz. Gonzalo lo ayudó.–Espera, espera Pablo.–¿Qué quieres que espere Pedro? ¡Es mi hija! ¡A mi hija la violaron!–Lo sé, lo se´. Pero debes pensar en sanar a tu hija primero. –Se volteó a ver a Auxiliadora–Por favor que
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Sorpresas del amanecer
– ¿Ya estas levantado y vestido?            Mamá se incorporó en la cama, Ni siquiera sabe a qué hora logró dormirse, ni qué hora era cuando entraron en su habitación, totalmente tristes y devastados por lo que a Mariana le había sucedido. Cada uno se hacía imágenes en la cabeza, era normal ya que Mariana no contaba lo que pasara exactamente. Mamá sabía que estaba avanzada la mañana porque las aves cantaban con fuerza afuera y el sol entraba hasta casi tocar la cama.–Fuera de la cama si, pero la verdad n pude dormir. –Papá se sentó en la orilla  para calzarse. –Ver ahí en la cama a esa niña fue…–Cerró los ojos. –hubiese querido que el doctor  dijera otra cosa.            &nda
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Los inocentes
–FUE VIOLADA. Tiene desgarramiento. Quizás fueron más de dos. Hay que realizar un lavado aunque no es garantía por el tiempo que transcurrió.Todo lo que dijo el médico se repetía en la cabeza de mi padre.No condujo. Harold lo llevó, los dos en silencio todo el camino. Papá respiró profundo cuando bajó del auto, menos mal y tomó sus pastillas.Él no era el único que repetía en su cabeza lo que le habían hecho a Mariana aquella noche. Aunque todos estábamos en igual condición, ya sea si tratábamos de ocuparnos en otras cosas para distraernos o si esperábamos  en las afuera de la casa, como quien aguarda que un muerto se levante, pensábamos en Mariana y la triste manera en que aún sufría en su cama. Como a Auxiliadora, le dio fiebre muy alta durante la madrugada, y como ella, tenía movimientos
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Pretender ser
 Para mi obedecer era tan fácil. Años después, no muchos, Milagros basó una de sus cachetadas en ese “defecto” mío. Me culpó de complaciente, de cobarde, de apática, ermitaña, falta de sangre e incapaz de sentir empatía hacia otras personas. Por supuesto que me defendí, pero no sirvió de nada.Ahora, seguir  adelante no resultó cosa fácil. Yo hice lo posible por ayudar a Auxiliadora y luego que estuvo bien, ambas colaboramos con la recuperación de Mariana, aunque no podíamos hacer mucho.Ella habló. Por fin lo hizo una semana después. Ella pasaba mucho tiempo con su madre y eso me hizo pensar que de alguna forma no lo decía todo. Amigos de Eugenio pero no sabía sus nombres, ni siquiera recordaba sus aspectos, únicamente los cuadros en sus ropas y una esclava de oro.– ¿Es cierto que Eugenio
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A la mar
La iglesia estaba a reventar. Mucha, mucha gente de lado y lado del pasillo. Yo caminaba entre ellos lentamente, sombría, mirando ambos lados.En el altar, de pié, con su mirada fija en mí,  sin nada de felicidad estaba él. Por un momento sentí como un nudo se travesaba en mi garganta. ¿Qué hacía yo caminando hacia él? ¡Y vestida de novia!Mamá me miraba en primera fila, ¿qué les pasaba a todos con esas caras extrañas entre tristeza y rabia? ¿Santos y yo? ¡No, por supuesto que no! ¡No!Mi propio grito me despertó y me incorporé en la cama. Sudada, asustada. Miré a los lados, Milagros estaba en su cama, y yo sola en lamia, nada pasó. Fue una pesadilla. Papá soltó la correa sobre la cama, tiró también una bota tras la otra, se tronó el cuello. Hacía d&iacu
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Aguas y Chanel
Consuelo. La señora Consuelo de Castro. A ella antes le simpatizábamos  de niños. Pero ahora no. Nunca nos quiso para  emparentarnos con sus hijos. Nos creyó poca cosa siempre, con pocas aspiraciones. Ella quería mujeres profesionales y emprendedoras para cada uno de ellos. Sin embargo, mamá educó hombres para el trabajo y mujeres para la casa. De hecho, ahora que vivía yo en su casa y todos los días contemplaba el panorama humano, le daba un poco la razón.–Quiero hablar contigo. –La esposa de Chico Castro atendría sus propios asuntos. Tenía una fábrica de bloques, de arcilla y cemento, solo de ella y en  el centro, en la ciudad, por la Plaza Bolívar, un par de tiendas le pertenecían. Una de telas y otra de ropa femenina.Mamá siempre pasaba y éramos muy bien atendidos. La mayoría de las veces mi madre traía ve
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Ganas
Aproximadamente a las cinco de la tarde encontré a Astrid. Me dijo que hablaríamos en la tarde y la tarde comenzaba a partir de la una. La busqué en su habitación, luego en el jardín. Tuve oportunidad de ir a ver a Auxiliadora y pasar tiempo comiendo cerezas.Cuando regresé, que eran aproximadamente las cinco de la tarde la vi. Estaba sentada con tres de sus amigas en un lateral de la casa. Merendaban natilla y charlaban al más alto volumen.Seguramente Astrid le contaba lo maravillosa que era la vida ahora que era novia de un hombre tan atento como Santos, alguien que la respetaba y la cuidaba como nadie nunca. De tan buena familia y con tantas aspiraciones, un hombre de futuro.Solo Dios sabe lo muy volátil que estaba en estos días mi hermana con los preparativos de su boda y las restricciones de papá. Pr eso consideré seguir de largo. Sin embargo, cuando me vio sonrió a plenit
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Gonzálo y Flor
Cuando Flor vio a Gonzalo por primera vez, él tenía 15 años.Se estaba haciendo hombre, muy serio, casi mal encarado. Desde niños se frecuentaban pero él era más grande y jugaba con niños de su edad. Por eso el primer día que en realidad lo vio él tenía 15 y para la sorpresa femenina se detuvo a mirarla.No pasó nada. Solo se le detuvo el corazón a Flor. Un frío tomó poder en las yemas de sus dedos y al mismo tiempo el color rojo subió a sus mejillas.Después de ese día Gonzalo no volvió a mirarla y ella permaneció pensando en él durante días, soñadoras semanas, largos meses y eternos tres años.– ¿Qué pasa? ¿Qué me miras?Le preguntó él sonriéndole mientras conducía lentamente, no tenía apuro, ningún apuro en que s
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