- Hola, Bri, no te imaginas las ganas que tenía de verte. La mujer me miró de arriba a abajo, poniendo especial énfasis en mi cara, y después de escrutarse durante un par de minutos, se colocó las manos en las caderas, y me habló con toda sinceridad. - He de decirte la verdad, no tengo ni idea de quien eres. - Tranquila, es normal que no sepas quien soy. Soy Idris, me envía Alana. Me cuesta pronunciar su nombre, y busco la mejor forma de decir que nos conocemos, sin decirle que es mi madre, porque a estas horas, ya soy vagamente consciente de que ni es mi madre, ni yo soy la misma inocente de hace unos días. - Pasa, tenemos habitaciones libres, y aunque no las tuviéramos, para los amigos de Alana siempre hay un hueco. Brizna me lleva hasta una habitación con chimenea de leña, y el hecho de que esté encendida me reconforta, porque estoy helada después de pasar el día en el bosque. Me fijo en que no hay cama, ni mesita, ni nada de lo que
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