28. No creo en tu palabra.
TAMARA.12 de septiembre.Uno, dos, tres, cuatro, cinco... Uno, dos tres, cuatro, cinco...—¡Ya entendí! —medio le grito a Mono, me mira con el ceño fruncido.—Solo te preparo para que nada te tome desprevenida —dice mirándome con los ojos entrecerrados.—Y lo sé —hablo calmadamente—, pero me has dicho lo mismo más de 3 veces, por favor, solo vámonos ¿Si? —niega en desacuerdo, pero igual nos vamos.Estamos en casa, se supone que hace 10 minutos debíamos irnos para encontrarnos con alguien y él solo empezó a darme una charla sobre cómo debo actuar, que no debo hacer, a quien debo mirar... Y eso no me molesta, pero me la ha dicho muchas veces y mi paciencia es poca.Caminamos de la sala a la puerta principal, en cuanto salimos veo a todos los guardaespaldas alertas. Miran de un lado a otro y siempre con la mano en el arma.Con la frente en alto camino directo al auto, antes de llegar a la puerta trasera, uno de los guardaespaldas se adelanta y me abre la puerta. Sin mirarlo asiento agra
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