Las femeninas manos viajaron a lo largo del desnudo pecho, deslizándose por cada músculo, familiarizandose nuevamente con aquel cuerpo que tanto había extrañado. Sí, había tenido la increíble necesidad de él, en todo momento. Había extrañado; su amor, sus besos, su mirada, sus caricias, su sonrisa, todo de él. Sentir el roce de su cuerpo desnudo junto al suyo, mientras volvían a adaptarse al calor del otro, ese que tanta falta le había hecho. Las manos de Nael acariciaron delicadamente la suave y deliciosa desnudez de su esposa, suspirando de placer. Los incienso y la mirra, además de leche y miel, dispersos por toda las habitaciones daban un toque de romanticismo único y un olor sencillamente maravilloso que aumentaba el placer, haciendo que los sentidos estuviesen alerta. Nael, besó su boca con pasión, para luego abandonar los labios y realizarlos por su mejilla y aún más allá, a lo largo del delicado cuello, mientras sua
Leer más