Edward estaba en la cocina bebiendo un vaso de agua mientras charlaba un poco con la mujer que atendía las necesidades de la casa. Ella se llamaba Aranza y le hablaba sobre una hija preciosa que tenía, le alagaba por ser "guapo" y le decía sin pena alguna que hacía una pareja linda con esa hija suya y que seguramente le daba modelos de nietos, pues que según serían bellísimos. Edward mantenía sus labios rectos, con ganas de fruncir el ceño. —Que te lo digo en serio. Ella es muy linda. Seguro le encanta conocerte. El guardaespaldas dio un trago más a su vaso, disimulando la mueca fea que le quería escapar de los labios—. Creo que... No es un buen momento para tener una pareja. Pero agradezco su confianza. —murmuró. —¡Ah! ¿Y cuándo será momento? —a pesar de que su tono de voz fue elevado, no pareció que se hubiese molestado en absoluto, más bien parecía divertida. Edward parpadeó casi incómodo cuando Aranza se giró a darle una mirada y después prosiguió en lo que hacía, pulió algunos
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