Salí de esa casa como alma que leva el diablo. Escuché Alejandro llamarme pero no iba a detenerme. Luego escuché a David. Todos estaban afuera. Viendome. Yo, por mi parte había decidido irme a pie no sé a dónde. -Karla, por favor, para allí -escuché a David detrás de mí-. Calmate un poco, cariño. -Es que no puedo creer que su hijo casi, por un poquito y se muere, y ellos solo les preocupa ¿qué? ¿Qué sea cuidadoso? Le pudo haber pasado a cualquiera, David. -Eso lo sabemos todos, querida -dijo a mi lado, con voz calmada-. Pero ellos no quieren entender. -¿Y se supone que nosotros si debemos entender su actitud a sus hijos? -pregunté deteniéndome-. No es justo. -Lo sé, cariño, lo sé -me abrazó-. Entiendo tu enojo, que hayas explotado, pero no era la manera ni el lugar.-Si que lo era -dije mirándolo a los ojos-. Han pasado muhcos años y ellos debían de escuchar todo lo que dije. Los aprecio y respeto, pero ya era suficiente. -Pero -dijo mirando hacía esa casa- ¿pensaste por un segu
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