—No me agrada ese brujo, —gruñe mirando a su padre con el ceño fruncido.—Ese chico debe estar aquí y vivirá con nosotros por mucho tiempo… acostúmbrate a él.—Aun así no me agrada, —Donato cruza sus brazos y Leonardo suspira.—Igual ya casi te vas a Alemania con tu hermano, no veo porque debes preocuparte por Damián, —anuncia.—Es cierto, pero cuando regrese estará aquí…—Y tal vez madurez más y olvides tus quejas.—Bien, pero que se mantenga lejos de mí, no me gustan sus ojos raros. —Donato— gruñe—, no te enseñe nada de eso, —le regaña.—Es que es raro ¿Quién tiene ojos morados en esta época? —cuestiona.—Tú lo tienes rojo y nadie dice nada, —anuncia.&mda
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