El sonido de su sangre corriendo por su cuerpo era ensordecedor, su corazón latía brutalmente contra los huesudos confines de su pecho. Saltando de la cama al aflojar su agarre, la espalda de Kate chocó contra la pared, mirando con terror al hombre que había conocido hacía mucho tiempo. Él era tan arrogante, tan sereno como siempre lo había sido, incluso cuando se levantó de sus sábanas, ligeramente despeinado y con una furiosa erección. El aire de autoridad que poseía nunca lo dejó, ni siquiera un breve destello de vergüenza recorrió su rostro. "¿Qué estás ... c-cómo ... por qué siquiera ...?", las palabras le fallaron por completo, los pensamientos se aceleraban por su mente más rápido de lo que podía procesarlos. Las náuseas la abrumaron, sabiendo que sus manos, su boca habían estado sobre ella. "Una vez que la niebla del sueño se haya disipado, podrás comprender lo que está pasando", se rio entre dientes con arrogancia. Kate tragó, sus ojos color miel se entrecerraron en la f
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