Rachel Ward se había convertido en la obsesión de Ludwig Reeves. Desde el momento en que la vio, juró que aquella mujer iba a ser suya. La chica mojigata de mirada profunda y perturbadora, labios sensuales y rostro angelical; se convirtió en un reto que no estaba dispuesto a rechazar, aún y cuando, su inocencia y timidez fueran un gran obstáculo para un hombre tan perverso. Después de aquella noche, en la que tuvo una probada del fruto de la tentación, del olor a inocencia, del ángel caído del cielo; decidió ir tras ella y satisfacer sus deseos más oscuros y prohibidos, sin saber que, aquel reto, se convertiría en su perdición; en la manzana prohibida de su propio paraíso. Una chica inocente y angelical entrará en un mundo oscuro y lleno de depravación que cambiará toda su vida de la noche a la mañana. Su ingenuidad será el motivo de sus desgracias y la causa por la que dos hombres se obsesionarán con ella y estarán dispuestos a hacerlo todo para tenerla. Un enfrentamiento que provocará terribles consecuencias y en la que solo uno será el gran vencedor. Reeves, hará lo que sea para quitar de su camino a todo lo que se interponga en sus planes de hacerla suya. El destino de Rachel estará en las manos del hombre más oscuro y peligroso, uno capaz de llegar hasta las últimas instancias para obtener lo que quiere, un hombre al que todos llaman… Amo de la perversión. Reeves, está aquí y ahora la quiere a ella. Identificador 2108259036837 Fecha de registro agosto-2021 © Todos los Derechos Reservados
Leer másEstoy adolorida y sedienta. No hay ninguna parte de mi cuerpo que no palpite de dolor. La garganta me arde y mis labios están tan resecos que tengo la sensación de que se caerán a pedazos en cualquier momento. Necesito tomar un poco de agua o moriré deshidratada.―Tengo mucha sed ―indico con la voz ronca y áspera―, quiero un poco de agua, por favor ―al abrir los ojos solo alcanzo a ver sombras oscuras y borrosas moviéndose a mi alrededor, así que parpadeo algunas veces para enfocar la visión. Por un instante me siento confundida. Intento recordar, sin embargo, un repentino dolor de cabeza evita que lo haga―. Mami, ¿eres tú?Muevo la mano con un movimiento brusco hasta mi sien derecha para frotarla con los dedos, pero solo consigo llevarme un gran susto cuando escucho objetos cayendo y golpeado contra el piso con gran estruendo. Seguido, el pitido ensordecedor de una alarma se desata en medio de la habitación, causándome gran sobresalto y un dolor agudo en distintas partes de mi cuerpo.
Una semana despuésUna ruina de escombros y polvo de ceniza ocupa el lugar en el que antes había una humilde vivienda. El intenso olor a humo que todavía desprende la madera calcinada, envía un aguijonazo de dolor a mi corazón y provoca un enorme vacío en el fondo de mi estómago. Me niego a aceptar que la mujer que amo esté muerta.―Señor, aquí no hay nada que buscar, será mejor que nos vayamos.Ignoro la advertencia de Jacob. Rompo la cinta de seguridad policial y me introduzco hasta donde las ruinas me lo permiten. Los bomberos apenas pudieron controlar el fuego infernal que se desató hace pocos días en la pequeña casa. Observo con dolor la escala del verdadero horror que se esconde debajo de los restos. Tiemblo de impotencia y me maldigo una y otra vez porque me siento culpable por lo que aquí sucedió. El paisaje es desalentador y sombrío. Cierro los ojos y respiro profundo para intentar controlar las ganas que tengo de llorar y gritar como lo haría un ser humano común y corriente.
Una vez que ingresa al quirófano, hablo con Antonio.―¿Te hiciste cargo del asunto que dejamos atrás?Asiente en respuesta.―El equipo se está encargando de todo, señor ―me quito la corbata y la chaqueta que están completamente empapadas por la lluvia y los lanzo en una de las sillas de la sala de espera―. Estoy en comunicación constante con jeremías, me estará informando sobre cualquier novedad.Al desprender los dos primeros botones de mi camisa de lino, noto la mancha de sangre que se extiende sobre mi pecho. ¿Qué habría pasado si no hubiera aparecido justo en ese momento? No pude evitar que le disparara, pero de no haber intervenido a tiempo, el muy hijo de puta la habría acribillado. Quería asesinarla, de eso no me cabe la menor duda.―¿Alguien se dio cuenta de lo que sucedió?No tuvo tiempo para pensar en lo que estaba haciendo. Fui a ese club con un propósito en mente, pero tuve que posponerlo cuando escuché los gritos de la chica y fui a investigar. Lo que menos me esperaba era
―Niña estúpida e ingenua, no tienes ni idea ―sisea Lud con desprecio. Retrocedo un par de paso en el instante en que sus ojos se tornan completamente negros, como si algo oscuro y perverso se hubiera adueñado de ellos―. Creíste que un hombre como yo podía fijarse en una mujer tan simple y aburrida como tú ―una sonrisa siniestra tira de las esquinas de sus labios―. Te hiciste la difícil y, cuando eso sucedió, te convertiste en un atractivo, tentador y delicioso reto ―camina en mi dirección, tratando de acorralarme―. Solo tuve que hacer uso de algunos de mis métodos más eficaces para hacerte caer ―chasquea con su lengua―, lo demás fue un acto reflejo. Niego con la cabeza. No puedo creer que todo esto se haya tratado de un juego, uno muy macabro y perverso. En cambio, yo ―trago grueso―, le di todo lo que tenía y puse en sus manos mi alma y mi corazón. ―Yo me enamoré de ti, Lud ―confieso con la voz atragantada―, eres el único hombre al que ha amado en toda mi vida… Una carcajada espelu
Las lágrimas se confunden con las gotas de lluvia que salpican sobre mi rostro. Me quedo parada allí, con la mirada perdida y el alma destrozada, mientras el temporal empapa todo mi cuerpo. No puedo creer que él me haya dado la espalda cuando más lo necesitaba. ―Por favor, Lud ―susurro para mí misma, al borde de la desesperación y el colapso―, te necesito ―cuando me convenzo de que Lud no vendrá y que poco le importa lo que me suceda, me abalanzo sobre la puerta y comienzo a golpearla con los puños―. ¡Lud, ayúdame, por favor, no tengo a nadie más a quién acudir! ―grito y lloro con angustia e impotencia―, no me abandones… te lo suplico. La puerta se abre, repentinamente, obligándome a dar un par de pasos hacia atrás, pero no es Lud el que aparece, sino el mismo hombre que me trajo hasta este lugar. ―¿Qué parte no entendiste de que el jefe no quiere saber nada de ti, puta? Cuando menos me lo espero me da una cachetada que me envía directo al suelo. Llevo una de las manos hasta mi mej
Tras vagar durante largas horas por las calles de la ciudad, sin rumbo fijo y perdida en mis pensamientos, me doy cuenta de que mis pasos me han llevado hasta el lugar en el que trabaja el hombre de mi vida. Me quedo mirando aquel lugar, aturdida y con el corazón retumbando a toda marcha debajo de mi pecho. «Mira a donde has venido a parar, Rachel, tu corazón te ha traído directo a los brazos del hombre del que te has enamorado y el mismo que se burló de ti» Fijo la mirada en la entrada de aquel club. Dudo por algunos segundos, antes de cruzar la calle y acercarme al hombre que controla el acceso a las instalaciones. Lo más cuerdo sería buscar a Victoria, pero estoy tan agotada que no tengo fuerzas para dar marcha atrás. Además, estoy herida y creo que, de un momento a otro, voy a desmayarme. Si pudiera, llamaría a Victoria, pero creo que aún está de viaje y la libreta en la que tenía anotado sus números telefónicos se perdió entre las llamas que devoraron mi hogar. Así que no tengo
La explosión me envía a algunos metros detrás de los matorrales. Gimo aturdida. Estoy adolorida en aquellos lugares que ni siquiera sabía que existían. Mis oídos zumban y el dolor se desplaza a través de mi cuerpo como réplicas de un temblor. Me mantengo inmóvil durante algunos segundos, tratando de recuperar mis sentidos. Inhalo profundo para llevar un poco de aire a mis pulmones. De repente, escucho la voz de un hombre. ―¡Rachel! Mi piel se eriza de miedo al identificarla. Giro mi cuerpo de medio lado y observo a través de la maleza que ha crecido en el fondo del patio y la que agradezco mi padre no haya podado debido a lo ocupado que estaba, porque, de lo contrario, ese hombre me habría encontrado. El monstruo corre de un lugar a otra, fingiendo desesperación mientras buscan alguna forma de entrar a la casa, pero el fuego es tan voraz que no se atreve. Me mantengo callada e inmóvil, no quiero alertarlo de mi presencia. Prefiero que crea que morí en el incendio con mis padres. S
El impacto me deja noqueado por breves instantes. Aturdido, me incorporo y observo los alrededores. El fuego consume rápidamente el costado derecho y el capó del auto. Si no salimos de aquí cuanto antes, moriremos calcinados. ―¿Jacob? ―me preocupo cuando este no responde. Su frente está apoyada en el centro del volante, parece inconsciente―. ¡Maldita sea, Jacob! ¡Despierta! El dolor acribilla el lado izquierdo de mi pecho. Al bajar la mirada observo un parche de sangre extendiéndose rápidamente sobre mi camisa de lino. Lo ignoro, me preocuparé por eso una vez que los dos salgamos de aquí. Trato de abrir la puerta contraria, pero está trabada, así que opto por la vía de escape más segura. Con mis pies golpeo repetidamente contra el vidrio de la ventana hasta que estalla en pedazos. Me lanzo a través de esta y caigo sobre el piso cono un saco de patatas. Gimo de dolor, pero no hay tiempo para ponerse a llorar como un bebecito. Me levanto de suelo y me avoco a abrir la puerta del copil
El humo se filtra a través de mis fosas nasales e inunda mis pulmones. Toso convulsamente cuando el aire comienza a faltarme. Me siento adolorida, intento moverme, pero algo me detiene. ―Ayuda. . . Lo que espero se oiga como un grito de auxilio, se convierte en un débil susurro que apenas llega a mis oídos. Me pica la garganta y me duele el pecho, por lo que cualquier esfuerzo se torna doloroso y agónico. Un mar de lágrimas empapa mi rostro y se evapora al contacto con el suelo. Las llamas están demasiado cercas, tanto, que puedo sentir el calor envolviéndome entre sus brazos. Mi visión comienza a nublarse y la falta de oxígeno me hace desvariar. De repente, escucho pasos a mi alrededor. Elevo la cara y tiemblo de pánico al ver, a pocos metros de mí, al monstruo más siniestro de todos los tiempos, la maldad hecha persona, al demonio convertido en hombre. ¿Qué hace aquí? Es entonces cuando me doy cuenta del objeto que lleva en una de sus manos. ¿Ese desgraciado nos hizo esto? Tiembl