Capítulo 134
David vio que, de repente, comencé a retorcerme de dolor abdominal.

Estaba tan nervioso que intentó golpearme la espalda:

—¿Qué te pasa? ¿Comiste algo en mal estado o qué?

Cuando se acercó, me dio aún más asco, ¡y me dieron ganas de vomitar!

No podía hablar, solo podía mover la mano para indicarle que se fuera. Aunque afuera hacía mucho frío, dentro de la casa estaba bastante caliente.

Solo llevaba puesta una bata de seda, y al mover la mano, mi manga se deslizó, dejando al descubierto las cicatrices en mis brazos.

David, que estaba a punto de decir algo, se quedó paralizado al verlas. Luego, de repente, agarró mi muñeca con fuerza.

—¿Qué te pasó? ¿Cuándo te lastimaste así? —preguntó, su cara reflejando pura preocupación.

—¿Por qué no me dijiste nada? Sabes que siempre nunca quiero verte sufrir. ¡¿Por qué no me avisaste?

Él no podía entender cómo me podía acabar con esa herida y no contárselo. Sabía lo mucho que odiaba el dolor, y esa cicatriz tan grande debía haberme ca
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