Capítulo 63

Astrid acarició la cabecita de su hijo, sus dedos rozando los mechones suaves y dorados. El niño la miró con ojos grandes y llenos de inocencia, como si hubiera captado algo más allá de las palabras que ella había pronunciado.

—Eso es, pequeño —dijo Astrid con ternura—. Algún día lo harás bien con tu novia.

Knut, se frotó la cara con frustración. ¿Cómo podía soportar vivir bajo el mismo techo que su enemiga? Los roces constantes, las miradas cargadas de desprecio y pasión… era como si el aire mismo estuviera impregnado de electricidad.

Pero Astrid no se inmutó. Había criado a su hijo con amor y paciencia. Ahora, al verlo asentir con determinación, supo que había sembrado una semilla de comprensión y tolerancia en su corazón.

Knut, por su parte, apretó los puños. No volvería a cometer el mismo error. Incluso el bulto incómodo en sus pantalones parecía haber aprendido a comportarse. Prefería cortarse el brazo izquierdo antes que volver a caer en la misma trampa.

Con un suspiro resignado
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