Por lo afligida que había sonado su voz mientras el Joven Amo seguía tirado en el suelo, era casi como si estuviera pensando en un dolor indescriptible.

“... ¿Tú... odias a las mujeres?”, preguntó Gerald mientras no podía evitar mirar con frialdad al Joven Amo.

“Probablemente no me creerías aunque te lo explicara... Después de todo, desde el momento en que nací, siempre he sido conocido únicamente como el alto y poderoso Joven Amo de la Brujería Sagrada... Aunque todo el mundo suele estar celoso de mí, puedo decir con seguridad que a lo largo de los años, nunca he sido verdaderamente feliz... Sabes, he odiado a esa mujer desde que era joven... Por su culpa, ¡acabé odiando a todas las demás mujeres! Esa mujer era... ¡Era mi madre!”, explicó el Joven Amo.

Al escuchar eso, Gerald sintió que sus párpados temblaban ligeramente.

Él nunca había escuchado de alguien afirmando estar tan resentido con su madre como lo estaba el Joven Amo... Después de todo, ¿quién en este planeta no amar