Entrometidas

Esa tarde.

Había dos mujeres deambulando por la tienda de Avery.

— ¿Estás segura de que es esa tienda?— Preguntó Cecilia, asomando la cabeza desde el pilar del edificio al lado de la tienda.

Susan, que estaba detrás de ella, asintió.

—Así es. Damián también compro esa panadería.

—Vaya. Esa mujer realmente no tiene conciencia alguna. Desde la primera vez que la vi supe que era ese tipo de chica. Pude ver ese interior codicioso, arraigado en sus huesos. Cuanto más lo pienso, más molesta me siento. Entremos ahora.

— ¿Pero realmente podemos ir? Si Damián se enterara de esto, no nos dejaría en paz—Susan preguntó las palabras de su madre con una momentánea mirada de preocupación.

—Entonces no podremos quedarnos quietas así. ¡Esa mujer tiene un nieto del que ni siquiera sé! ¡No lo creeré a menos que lo vea con mis propios ojos!

—Mamá. No te exaltes. Luego puedes desmayarte— Susan, calmo a su madre, se alejó del pilar con una expresión solemne como si hubiera tomado una decisión.

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