Amara, por su parte, le dio una sonrisa coqueta y bajo lentamente los tirantes de su vestido, para luego dejarlo caer formando un círculo en sus pies. A Elliot se le secó la garganta de solo verla. ―¡Demonios, me vuelves loco, amor! ―exclamo y rodeo su cintura para atrayéndola a su cuerpo. ―Esto va
CAPÍTULO 42 Elliot esperaba a Amara en la sala principal, vestido con un traje de tres piezas color negro hecho a medida, tenía la mano en el bolsillo de su pantalón y en la otra un vaso de jugo de zanahoria. En otro momento hubiera sido whisky, pero desde que su esposa se hizo cargo de su cuidado
Elliot siguió saludando y presentando a Amara y todo lo hizo en un perfecto italiano, que por supuesto Amara entendía. Ella sonrió. ―Suenas lindo cuando hablas así. ―¿Lindo? ― Elliot frunció las cejas sin comprender y Amara apretó los labios para ocultar su diversión. ―¿Qué tal sexi? ¿Mejor así?
CAPITULO 43 Amara lo pensó por un momento, nunca se había catalogado como una mujer excesivamente hermosa, pero no negaría que le causaba curiosidad experimentar algo nuevo. Repitiendo las palabras de su esposo hace un momento, miro a Alexander y acepto. ―Bien, ¿Por qué no? Lo intentaré. ―¡Perfec
―¿Pedir qué? ―ahora Elliot estaba intrigado. Sebastián bajo un poco la voz y dijo con desagrado. ―Tiene una dama de compañía, de esas chicas que por una gran suma se venden a ti. El único problema es que tiene los ojos no solo de la prensa, sino también los de su padre encima. Así que mientras se
«¡Demonios!» Elliot aplasto su cara en el valle entre sus senos e inhalo el maravilloso aroma de su mujer. Pasando la lengua por su tersa piel y probando su dulzura. Su polla no dejo penetrarla, disfrutando la humedad que lo había recibido desde la primera vez. La deseaba todo el tiempo; era su adi
CAPÍTULO 44 Cuando despertaron al día siguiente, Amara seguía junto a Elliot. Por lo general él despertaba antes del alba, salía a entrenar y luego trabajaba en las bodegas, pero la noche anterior se habían quedado despiertos hasta tarde y él se había permitido el lujo de dormir más. Amara estaba
―Amara no ha vuelto a la oficina en tres días y el jefe tampoco. Así que… Las sienes de Ana Paula palpitaron y sostuvo el teléfono con fuerza, no obstante, no dijo nada, siguió soportando la ira en su interior. ―¿Sabes a dónde? ―No tengo esa información… ―¡Te pagaré! ―De verdad no la tengo, sol