“Ese no es necesariamente el caso. Por lo que sé de tu madre, te volverá loco o matará a Angeline uno de estos días. No descansará hasta que los separe a los dos”, dijo Cole.

La espalda recta de Jay se estaba volviendo ligeramente rígida. Al pensar en los constantes ataques de su madre que le habían causado la enfermedad a Angeline, su corazón se volvió inexplicablemente nervioso.

Como Jay no respondía, Cole se regocijó y preguntó: “¿Qué? ¿Tienes miedo ahora?”.

“Qué discurso más alarmista”, Jay se burló con frialdad.

Con la cabeza apoyada en sus brazos, Cole se recostó tranquilamente en el respaldo de la silla. Miró a Jay con los ojos entrecerrados y dijo de manera relajada: “No soy alarmista. Si supieras cómo tu madre llevó a mi madre a la desesperación poco a poco, no creo que estarías subestimando la capacidad de tu madre”.

El corazón de Jay se apretó. Miró a Cole sospechosamente. “¿Qué tiene mi madre que ver con que tu padre tenga amantes a diestra y siniestra?”.

Cole pregunt