Capítulo 11
Emiliano alzo la voz de la rabia.

—¡No voy a apostar contigo! De todos modos, si Laura ya no te quiere, ¡ni se te ocurra venir a buscarme! ¡Qué vergüenza me dan!

Dicho eso, se puso de pie y se dirigió a la puerta.

¡Miguel se creía mucho al pensar que Laura no lo dejaría, ya se arrepentiría!

Miguel levantó una ceja, tomó el sobre y lo siguió hacia afuera.

Laura ya había bajado las escaleras hace rato.

Fernando notó su mal semblante y se preocupó un poco.

—Señora, ¿te sientes mal? Te ves muy pálida.

Laura negó con la cabeza.

—Estoy bien, no te preocupes.

Lo que Miguel acababa de decir la había herido profundamente, ¿cómo podría verse bien?

—Siéntate un momento, te traeré un vaso de agua. —Fernando se apresuró a servirle agua.

Cuando Emiliano y Miguel bajaron y vieron a Laura sentada ahí, Emiliano dijo:

—Ya es tarde y hace frío afuera, no se vayan. Quédense tranquilos a pasar la noche. Las habitaciones se limpian a diario y las sábanas están limpias. Vayan a descansar.

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