Al volver al salón, me siento en el sofá frente a las puertas de vidrio que dan al patio trasero de la casa de la manada y coloco mis pies sobre la mesa, cruzándolos a la altura de los tobillos antes de tomar mi computadora portátil y volver al trabajo.

Frunciendo el ceño, veo que mi fondo de pantalla habitual ha desaparecido. En su lugar, hay una ventana negra, con las palabras ‘NUNCA DEJES TU COMPUTADORA PORTÁTIL ENCENDIDA PARA QUE CUALQUIERA PUEDA TENER ACCESO A TI, IDIOTA’ en una gran fuente lila.

Adriana.

No creo que me hayan llamado así tantas veces como ella me ha llamado idiota en el corto período de tiempo que la conozco. Estoy a punto de cerrar mi computadora portátil de golpe cuando hago una pausa y hago clic en la pantalla, viendo que el cursor parpadea y escribo las siguientes palabras.

‘Usar el wifi aquí también es riesgoso, así que eso es prueba suficiente de que realmente no tengo nada que ocultar’. Presiono intro y veo que las palabras aparecen debajo de la primera