“Pero nunca tuve otra hermana”, dice Atticus con frialdad.

“No, no la tuviste. Me las arreglé para matar a tus padres, pero parece que ambos fueron entregados a sus amigos de confianza. Los separaron a ti y a tu hermana menor para protegerlos, frustrando mis planes en aquel entonces. Fueron inteligentes, les concedo eso, y tiene sentido que sus dos hijos también lo sean. Pero cometieron el error de entregarte a un Alfa y, por lo tanto, sumergirte en el centro de atención. Descubrí quién eras la primera vez que te vi de niño”.

Atticus está pálido mientras se queda allí escuchando al abuelo.

“¿Acaso ellos no pensaron que crecerías y no te parecerías a ellos?”. Lawrence se ríe sádicamente. “No pensaron tanto en el futuro, pero sorprendentemente ambos se unieron a Sublime. Bueno, qué suerte tengo, ustedes dos son los más débiles del grupo”.

“No lo somos”, gruñe Atticus. “¡No me provoques!”.

La revelación lo ha afectado y ya no está en sus cabales mientras Lawrence sigue riéndose, anta