Capítulo 88
Qué bien formado y firme...

Este pensamiento cruzó la mente de Sofía.

Raúl giró la cabeza y sus miradas se encontraron.

Su mirada parecía penetrar en sus pensamientos.

¡Sofía tuvo la repentina sensación de haber sido descubierta!

Se sonrojó y rápidamente se acercó, ofreciéndose con naturalidad:

— Déjame ayudarte.

Raúl estaba secretamente encantado.

No era casualidad que desde que Sofía entró al baño, él hubiera estado repitiendo el gesto de verter medicamento en su espalda, y justo cuando ella lo notó, derramó el líquido sobre sus pantalones.

Sofía tomó el frasco de medicamento y, usando un bastoncillo de algodón empapado en el líquido, lo aplicó suavemente sobre las heridas en la espalda del hombre.

El médico que había suturado sus heridas era un experto: de no ser por el enrojecimiento en la superficie, nadie podría decir que su espalda había sufrido daño alguno.

— Lo siento —dijo Sofía con sinceridad—. Salvaste a Marinela y nunca te agradecí apropiadamente.

Sonriendo, le preguntó:

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