Capítulo 58
Clara terminó de hablar y la chica se estremeció como un animal asustado.

Clara quedó satisfecha con su reacción.

Clara se marchó y, unos quince minutos después, la joven salió del baño encorvada, incapaz de enderezarse por el dolor, caminando como un zombi.

Raúl, vestido con un elegante traje, la esperaba afuera sin mostrar emoción alguna en su rostro.

Sandra le entregó la tarjeta de memoria que sostenía en su mano.

—No me reconoció —dijo la chica con el rostro hinchado y morado, esbozando una sonrisa—. Por favor, ¡haz que se pudra en el infierno! ¡Quiero vengar a Ana!

Raúl tomó la tarjeta y se dio vuelta con indiferencia.

Sandra lo detuvo:

—Me gustaría saber, abogado Jiménez, ¿por qué de repente está dispuesto a ayudarme a hacer justicia? Antes, por más que le rogué, nunca mostró interés en este caso.

Raúl jugueteó con la pequeña tarjeta entre sus dedos:

—Porque quiero complacer a una mujer.

*

El Maybach negro entró al garaje de los Herrera.

Clara extendió su mano para colocar el bra
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