Guadalupe sintió que no había necesidad de saludar a Aritz.

Ella no odiaba a Aritz ahora, pero era imposible para ella no resentirlo un poco.

Ella pensó que había hecho un gran esfuerzo al contenerse de hacer la vista gorda ante él. Guadalupe sentía que era educada con Aritz.

Pero esto solo era su pensamiento, y no significaba que Aritz estuviera pensando de la misma manera.

Mirando a Aritz, quien se acercaba hacia ella paso a paso, Guadalupe frunció el ceño inconscientemente. "Sr. Ávila, sería mejor que no te acerques. No quiero escuchar nada sobre la relación de amor y odio entre tú y yo".

Cuando Guadalupe dijo esto, no había una sonrisa en su rostro. Solo la frialdad dominaba sus ojos.

Cuando Aritz miró, incluso vio un destello de impaciencia en los ojos de Guadalupe.

La mirada de Guadalupe le desgarró instantáneamente el